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Luis Durán ¡¡¡PRESENTE!!! |
Cuando la pena nos alcanza
del compañero perdido,
cuando el adiós dolorido
busca en la Fe su esperanza.
En Tu palabra confiamos
con la certeza que Tú
ya lo has devuelto a la vida,
ya lo has llevado a la luz.
Ya lo has devuelto a la vida,
ya lo has llevado a la luz
Hace unos días, subía a su Lucero, Luis Durán, veterano de aquella juventud, idealista de la falange, que en defensa de los valores trascendentes como la libertad e integridad de la persona frente al Estado, se alistó voluntario para ir luchar a las frías estepas rusas, contra el comunismo, donde fueron sujetos activos de la última gran gesta heroica del ejercito español. Luis era el último superviviente de nuestro pueblo.
En el libro Rumbo a Rusia página 257 aparece el nombre del divisionario Luis Durán Monago, de Guareña (Badajoz) que partió a Rusia procedente del Regimiento de Fortificación nº 5 en septiembre de 1942. Consta como destinado en el Batallón de Zapadores 250 de la División Azul.
Desde muy pequeño los fines de semana, yo fui testigo de los ratos que pasaban juntos mi padre, Alfonso Cabrera, José López, José Luis Mohíno, Valentín Nuñez, y José ( el de LA UNIÓN)cuyo apellido ahoramismo no recuerdo) era los años previos a la muerte de Franco. Ellos eran los mas habituales. Con ellos aprendí como era posible no ser de derechas, ni de izquierdas cuando uno se acerca a la política. Nunca les escuche ni a Luis, ni a Alfonso Cabrera, que también fue voluntario en la División 250, ni una sola palabra de odio, ni de rencor. Si de firmeza en la defensa de los principios por los que se jugaron la vida. Si les escuché hablar de la poca valentía de los soldados alemanes e italianos, y siempre muy bien del pueblo ruso. Nunca escuché de sus bocas conversaciones que hablaran de muerte del contrario y mucho menos que se vanagloriasen de ello. De sus conversaciones, de sus vivencias, de sus orgullos personales, no se irradiaba esa violencia, que torticera mente, las mentiras de unos, y los silencios interesados de otros se ha extendido sobre la falange y sobre aquellos hombre que fueron fieles a los principios del personalismo humanista.
Tanto con Luis, como con Alfonso, tuve la ocasión de contar en el día que contraje matrimonio. Y fue con Luis Durán con quien por primera vez tuve la oportunidad de ganar mi primer jornal, en el corte de uva de mesa, mis años de adolescencia. Ellos atesoraron el mayor de los capitales, el amor sencillo, profundo y llano de un hombre del pueblo a su familia y a su Patría. Ellos sabían que amar a España es querer a sus gentes trabajadoras.
Luis que no tuvo hijos, también tendrá ahora, la ocasión de reunirse ademas de con sus viejos camaradas, con la gran mujer con la que compartió su vida.
Tenia pendiente una visita, que de momento ya no podré realizar. Pero desde luego no quiero dejar de hacer este pequeño homenaje a estos valientes, a estos hombres, generosos patriotas, que nunca recibieron nada a cambio, ni pagas, ni prebendas como ahora se acostumbra. Y da la casualidad que se ha marchado cuando en estos días se prodigan conferencias, películas y homenajes a la División Azul, quiero reproducir el artículo que hoy escribe Juan Manuel de Prada en el Abc. Siempre le recordaré con esos ojos alegres, y ese caracter desenfadado. Y con la mirada puesta en lo alto, Hasta Siempre Valiente. ¡¡¡¡¡PRESENTE!!!!!
UN LLAMATIVO SILENCIO
He leído casi todo lo que se ha publicado sobre la División Azul, que tengo por uno de los episodios más heroicos de nuestra historia
JUAN MANUEL DE PRADA
EN plena orgía de rememoraciones históricas, me ha llamado sobremanera la atención el silencio decretado sobre la División Azul, de cuya formación se cumplen en estos días setenta años. Llamativo, sobre todo, porque no fue un episodio precisamente marginal: más de 46.000 jóvenes españoles se alistaron en la División Azul, de los cuales más de 5.000 resultaron muertos en acciones de combate, y casi nueve mil heridos de diversa consideración; se trata, pues, de un acontecimiento bélico de primera magnitud, que inevitablemente ha tenido que dejar una huella honda en infinidad de familias españolas que deberían sentirse orgullosas de sus antepasados.
Las ideas que animaron a aquellos jóvenes pueden ser discutibles, pero nadie podrá discutir el sacrificio, la valentía, el honor y las virtudes militares que demostraron en la campaña rusa. En «Los españoles de Stalin», libro interesantísimo de Daniel Arasa, se recoge el testimonio de César Ástor, un comunista convencido que se alistó en la División Azul con el secreto propósito de pasarse a las filas del Ejército Rojo en cuanto le surgiese la ocasión; así lo hizo, y en los años posteriores los soviéticos le asignaron la misión de liderar los grupos antifascistas encargados de minar la moral a los prisioneros españoles en el Gulag. Ástor cumplió con el encargo a rajatabla, granjeándose el desprecio de sus compatriotas; sin embargo, inquirido sobre el comportamiento de los divisionarios, recuerda que compartían su rancho con los niños rusos y que, cada vez que abandonaban una población, relevados por los soldados alemanes, los lugareños los despedían entre lágrimas. Es una declaración que honra a Ástor y engrandece a los «guripas» de la División, ejemplo de arrojo, nobleza y generosidad.
En los últimos años he leído casi todo lo que se ha publicado sobre la División Azul, que tengo por uno de los episodios más sobrecogedores y heroicos de nuestra historia reciente. Eusebio Calavia, uno de los más de trescientos divisionarios que fueron hechos prisioneros en la cruenta batalla de Krasny Bor (donde más de dos mil valientes españoles hallaron la muerte), cuenta en Enterrados en Rusia, sus memorias de once años de cautiverio, una anécdota que sirve para calibrar el temple privilegiado de aquellos hombres. En mayo de 1949, un grupo de prisioneros españoles son trasladados en tren a otro campo; son, todos ellos, hombres que han sufrido las privaciones y sevicias más impronunciables y a los que, desde luego, se les ha impedido todo desahogo sexual. A mitad de trayecto, una campesina rusa casi adolescente, que viajaba sin billete, es arrojada como una piltrafa al vagón donde se hacinan los españoles. "¡Podéis hacer con ella lo que os dé la gana!", les dice el soldado encargado de su vigilancia, antes de cerrar la compuerta del vagón. Ningún español le rozó un solo pelo, ninguno osó dirigirle ninguna palabra lúbrica o soez; compartieron con ella el escaso rancho con el que mataban el dolor de las tripas, ya que no el hambre; y lograron convencer a los rusos para que la dejaran en libertad cuando llegó a su punto de destino. «Así quiso Dios que se librara de un salvaje atropello aquella criatura que cayó en nuestras manos, tantas veces pecadoras, pero que entonces no quisieron mancharse. Creo que fue aquel uno de los episodios de nuestro cautiverio de que más orgullosos podemos estar los prisioneros españoles», concluye Calavia. Mientras lo leía, yo también me sentí orgulloso de ser español, como aquellos sufridos divisionarios.
Machacando las Almendras
3 comentarios:
Joé!! Juanfran que bonito homenaje, dicho y hecho; allí, en la Parada, entre "chato y chato" he escuchado en multitud de ocasiones hace alusiones, con gente de su confianza, muchas vivencias de aquella época, y lo que tú dices, sin NADA a cambio, sólo la satistacción personal de una prinpios y valores, que desgraciadamente se van yendo con ellos. q.e.p.d.
Jose de bien nacidos es el ser agradecidos. Ademas de que es injustos el silencio que se guarda respeto de estos hombres idealistas que dieron lo mejor de sus vidas, y fueron realmente los doblemente perdedores, o los reiteradamente perdedores, porque a día de hoy lo siguen siendo.
Seguramente ahora tienen la mayor de las Glorias. Un fuerte abrazo, Jose.
En el libro Rumbo a Rusia página 257 aparece el nombre del divisionario Luis Durán Monago, de Guareña (Badajoz) que partió a Rusia procedente del Regimiento de Fortificación nº 5 en septiembre de 1942. Consta como destinado en el Batallón de Zapadores 250 de la División Azul.
Divisionario Luis Durán ¡¡PRESENTE!!!
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