por Juan Francisco González
Mucha gente sigue sin entender que pintamos “cuatro gatos” presentándonos a unas elecciones. Para unos somos la resistencia de un nefasto fascismo, para otros la supervivencia del horror de una dictadura, para algunos la mala conciencia de lo que no supieron defender, para unos la coherencia que no soportaron sostener, para otros buscamos protagonismo. Somos para unos el equilibrio entre la izquierda y la derecha y para otros el camino recto que no se doblega; una esperanza, una conjugación de los valores trascendentes de la persona y su base material de la subsistencia, necesaria para la Dignidad integral del SER HUMANO.
Hasta ahora se ha reflexionado, y ha sido muy rentable señalar al enemigo social, en la fase PRODUCTIVA de la economía sobre la que se ha organizado la sociedad del bienestar. Así se ha señalado al Capitalismo como culpable de todos los males de nuestro tiempo y cuando se ha concretado esa culpabilidad, se ha demonizado al sector empresarial en general, incluso quedando más estigmatizado que los sectores más perniciosos del capitalismo como son los especuladores financieros.
Esos sectores que han plasmado el egoísmo individual en la forma de capitales que buscan el máximo beneficio a toda costa, sometiendo para ello incluso a las soberanías democráticas. Pero que en todo caso, al igual que ocurre con el TRABAJO, doblegan la proyección del hombre sobre sus cosas, la creatividad, inteligencia o esfuerzo personal al poder del CAPITAL, conducido por la falta de escrúpulos, al que contribuimos muy democráticamente cada uno con el mecanismo sutil y efectivo de nuestro egoísmo personal. Poder que ejercen en nuestro nombre los verdaderamente poderosos prescindiendo de estructuras e instituciones verdaderamente democráticas, pero con la legitimidad de una voluntad colectiva que se materializa en la intención de enriquecimiento en el menor tiempo posible y a cualquier precio.
Ante la celebración del Día del Trabajo por el sindicalismo oficialista y servil de intereses políticos tan inmorales como el capitalismo financiero, es preciso reflexionar y volver la vista a la PERSONA. Si lo hacemos, vemos que la necesidad más primaria es la alimentación, ese sustento material que es preciso satisfacer para hacer crecer esa profundidad que convierte a la PERSONA en un ser TRANSCENCENTE. Cuando volvemos a la esencia, a las necesidades de las personas, nos encontramos con que el trabajo ha de ser INDEFINIDO. En contra de lo que creemos, en contra de lo que se nos impone, el EXISTE TRABAJO PARA TODOS ¿Entonces, porqué hay tanto paro?
No es fácil poder transmitir este pensamiento y menos aún formular esquemas prácticos que respondan a la lógica matemática. Pero sabemos que hay tierras de cultivo que no producen o que existen excedentes alimenticios que se destruyen. Todos vemos personas que necesitan ayuda, física o económica, mientras en cada una de nuestras decisiones económicas personales podemos optar por hacer un consumo responsable y solidario con los demás u otro que sólo engrandezca a nuestro propio esnobismo. No hay fórmulas mágicas pero es evidente que existen caminos para LAS PERSONAS y caminos CONTRA ELLAS.
Transitamos una vía que, además, está yendo contra la NATURALEZA, sosten de nuestra vida. Es preciso cambiar, es cierto que no existen caminos de rosas pero hay señales evidentes para conducirnos por sendas cercanas a la mejor de nuestras esencias; que son aquellas que nos lleven a la HERMANDAD, a la PAZ y al HUMANISMO que respetan la Libertad, sin que nadie pierda su DIGNIDAD.
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