Contra la Usura y Despilfarro
El PP, un partido antiespañol. De Pio Moa en Libertad Digital.
Degeneración
Uno de los mayores desmanes rajoyanos ha sido su incorporación a la tendencia disgregadora de separatistas y socialistas, mediante unos estatutos de autonomía no reivindicados por nadie más que por las pandillas políticas organizadas en las regiones.
De la degeneración del PP de Rajoy en partido antidemocrático ya hemos tenido muestras muy abundantes en relación con los estatutos balcanizantes, la colaboración del Gobierno con la ETA, la "memoria histórica", el aborto y similares fechorías, con respecto a las cuales el PP ha practicado una inhibición o seudo oposición "de bajo perfil" que equivale a un apoyo práctico al Gobierno y engaño a los electores. Por no hablar de sus presiones para silenciar a Jiménez Losantos y a César Vidal, sus ataques a la libertad de expresión y otros desmanes típicos. O de su propio antidemocrático funcionamiento interno. O de su conducta en cuanto al caso Gürtel...
Por lo que se refiere a la unidad de España, uno de los mayores desmanes rajoyanos ha sido su incorporación a la tendencia disgregadora de separatistas y socialistas, mediante unos estatutos de autonomía no reivindicados por nadie más que por las pandillas políticas organizadas en las regiones. Y el PP acaba de redondear la jugada: durante la transición se cometió el error monumental de dejar la enseñanza en manos de los energúmenos separatistas, que la han aprovechado a fondo para atacar la cultura y el idioma común, y ahora el PP está tratando de oficializar el inglés, por la vía de los hechos consumados, al mismo nivel que el español común. "Normalización" anticonstitucional que ataca en profundidad las bases de la cultura española.
Conviene explicar esto, porque muchos malintencionados gustan confundir las cosas. El inglés es, sin duda, un idioma muy útil no sólo por ser el de la primera potencia mundial, con la proyección y prestigio que ello supone, como, sobre todo, porque en él se publica hoy por hoy la mayor parte del material interesante sobre una gran variedad de temas desde la ciencia al arte, el pensamiento o la política. Por ello es conveniente conocerlo: como idioma extranjero, naturalmente, no en el mismo plano que el español. Este es también un idioma internacional, pero mucho menos útil, tanto porque no existe hogaño ningún país hispanohablante fuerte o respetable políticamente, como, más aún, porque las contribuciones actuales a la alta cultura en nuestro idioma tienen escaso relieve. Esta tendencia puede invertirse, pero de momento va a peor. Además, una porción creciente de las no abundantes contribuciones intelectuales hispanas se expresa o publica en inglés: congresos, tesis universitarias, artículos en revistas especializadas y demás, ¡hasta la filología hispánica se escribe cada vez más en inglés!; inventos e ideas españoles se titulan en ese idioma, en el que también se producen películas sufragadas con dinero público, etc. Se trata de una invasión que va expulsando al español, de forma acelerada, como idioma de alta cultura. Encontramos así dos tendencias complementarias: una calidad a la baja en la producción cultural del ámbito hispanohablante, y un desplazamiento del idioma propio por el inglés. No hace falta explicar por qué una cosa va con la otra.
Y no sólo se produce ese desplazamiento en la alta cultura. El periodismo y el habla popular están cada vez más plagados de spanglish, y uno sólo tiene que andar por la calle o mirar la televisión para percibir la proliferación en aumento de anuncios, rótulos, informaciones, canciones, fondo musical de cualquier programa de radio o televisión, en inglés, incluso en frases escritas en las mochilas o las ropas de los niños, hasta de los bebés...
Todo esto parece satisfacer mucho a los líderes del PP, tan ignaros despreciadores de la cultura hispana como activos y entusiastas agentes de una intrusión que la convierte en simple apéndice de la anglosajona.
Pero ocurre que España, los países hispanohablantes, heredan una historia y una cultura propias que abarca a un considerable ámbito de la humanidad, legado de inmenso valor cuyos beneficiarios tienen el derecho y el deber de defender y desarrollar frente a políticos y gentes faltos del menor sentimiento o conocimiento cultural propio. El peligro es muchísimo mayor que el de los separatismos. Estos suponen una amenaza política, pero culturalmente son insignificantes. Es correcta la defensa y estudio de los idiomas regionales, el problema radica en el empleo de ellos contra el español común, una lengua tan propia de Galicia, Vascongadas o Cataluña como dichas lenguas regionales, e incomparablemente más fuerte y útil, y en el que está escrita la mayor parte de la literatura vasca, gallega o catalana. Además, ante los atentados lingüísticos separatistas existe una reacción cada vez mayor. En cambio se aceptan con total inconsciencia actitudes como las de los anglómanos peperos, incomparablemente más peligrosas desde el punto de vista cultural. Alguno dirá: "¿Y qué se puede hacer contra eso?". Pues ante todo tomar conciencia de ello. De ahí saldrán las medidas oportunas. Una de las cuales, e inmediata, consiste en poner en la picota y negar el voto a partidos de ese estilo.
Machacando las Almendras
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